Escrachado por su propia pareja en exhibición de lujo en un yate en Marbella, el jefe de gabinete de Kicillof renunció a su cargo. En su posteo dice que es para evitar que se lo “utilice para afectar al espacio político” en plena campaña, o sea para proteger a su fuerza política, el kirchnerismo. Notable gesto de renunciamiento, un sacrificio para proteger a su candidato, Sergio Massa y a su jefa política, Cristina.
El adjetivo menos chocante, más civilizado para esta hora es repugnante.
El señor Insaurralde no tiene bienes declarados, solo vive de los cargos públicos, fue intendente de Lomas y ahora ministro de Kicillof. Debe tener un estupendo sueldo para la Argentina real, tal vez algo más de mil euros por mes, diez veces o quince de lo que le pagan a los maestros de su provincia. Pero aun así, la obscenidad no cierra: el alquiler del yate en el que se luce con su nueva pareja cuesta unos ocho sueldos del funcionario. A menos que no lo alquile, que sea de él.
Los argentinos alcanzados por la generosa reducción de ganancias recién anunciada a cambio de pedirles el voto, deben declarar patrimonio. Que es examinado por los sabuesos de la Afip. Insaurralde tiene declarados 600 mil pesos nacionales y populares. Ni un solo dólar, ni un solo euro imperialista.
Al margen de denuncias, que ya las hay, si no están durmiendo debería haber una batallón de fiscales iniciando acciones. ¿De dónde saca para estar allí, en ese yate, con esos regalos de Vuitton y Rolex, con ese desprecio por la brutal realidad de la miseria de la provincia que gobiernan?
Renuncio, dice Insaurralde como si fuera San Martín, para que no aprovechen para perjudicar a mi candidato en las elecciones. Da vergüenza hasta reproducirlo. Renunciás a ver si te salvan de explicar de donde sacás los miles de euros que se requieren, por día, por hora, para esa obscena ostentación. Renunciás para que el escándalo pase rápido y puedas seguir disfrutando del dinero que se extrae con tarjetas de débitos de fantasmas, del dinero que falta en los comedores de hambrientos del conurbano. Renunciás para que el próximo escándalo, el próximo Chocolate, el próximo Lázaro , el próximo José López revoleando bolsos, la próxima fiesta en Olivos en pandemia, el próximo Antonini Wilson hagan olvidar rápidamente la pequeña indiscreción de tu nueva novia en el yate Bandido.
Bien leída, la renuncia del prominente jefe de gabinete de la provincia del hambre y la desesperación no es porque el admita que haya hecho nada reprochable, es solo para evitar que los malos saquen réditos políticos. No porque sienta que hay algo atroz en esa ostentación de riquezas que solo puede venir del saqueo al Estado.
Repugnante, es el adjetivo permitido a esta hora. Hay otros, que se nos están ocurriendo a todos, y que ahorraremos por respeto al horario de protección al menor.
Por Miguel Clariá.
