Licencia para agredir

Cuando un hombre golpea a una mujer, no hay mas nada que decir.

Cuando ese hombre preside una liga de Derechos Humanos y además de golpear insulta y degrada a una trabajadora, sobra cualquier comentario.

Si además, quien se expresa con la e, compañeres, para ostentar su vocación inclusiva, apela en su descargo a una presunta discapacidad cuando postea fotos andando en bicicleta, la situación avanza sobre lo perverso.

Pero en este episodio abominable del señor José Schulman golpeando a una empleada en Santa Clara del Mar falta un dato más, tal vez el peor.

Además de la violencia física y verbal, el hombre amenaza con su chapa de militante político: “¿Saben lo que puedo hacer?, les advierte, denunciarlas a las dos y meterlas en cana”.

Para que no queden dudas. Ya golpeó, ya insultó, ya humilló. Abusó de todas las formas, pero le queda una: soy la autoridad, soy el poder, les dice. Te puedo hacer detener. Como en las dictaduras, en los autoritarismos de cualquier signo. Te puedo echar de tu trabajo y quitarte la libertad. La prepotencia del Estado, según acaba de reflexionar en este programa la militante histórica de los Derechos Humanos Norma Morandini.

Este impresentable campeón de los derechos humanos pidió licencia. Parece que se la concedieron. ¿Licencia de qué? ¿Una licencia como la de 007 ? Tal vez eso, una licencia para golpear, para amenazar degradando una causa, la de los derechos humanos, que nada tiene que ver con la utilización perversa que se hace de ella.