La victima no es un expediente

En estos temas de femicidios como el de Milagros Bottone a manos de su padre hay cosas que se pueden prevenir, pero coincido con la fiscal Croppi, nadie puede garantizar el cien por ciento de protección a la victima

En USA pueden tener la CIA, el FBI y las policías estatales más eficaces pero un loco se mete en una escuela y mata diez chicos.

La madre de Milagros apunta a ineficiencias y falta de comunicación entre organismos que deberían haberla defendido. Eso debe ser revisado, eso puede ser revisado.

La fiscal adjunta Croppi apunta lo que puede no gustar, pero es cierto: por más que funcione el botón antipánico, por más que la policía sea superveloz, un asesino suicida puede resultar imparable.

Los que no somos expertos en el tema nos preguntamos si no corresponde, ahí, la detención preventiva. Nos explican que no, que podría caerse en toda clase de abusos, de falsas denuncias, con detenciones totalmente injustas e inconstitucionales.

Ese es el desafío, optimizar un sistema de protección donde se encuentra gente comprometida aunque con carencias y también, hay que decirlo, burócratas que no empatizan ni se ponen en lugar de la víctima, que tratan a la gente como expedientes,

Barili hizo dos conmocionantes entrevistas. La hermana de la joven asesinada dijo "nos dejaron solas", la jueza Graham, luego, respondió tenía sólo tres denuncias. ¿Solo tres? Eran más pero tres no es poco. Una es mucho cuando es un individuo que ha probado que quiere matar, que es capaz de matar, que tiene armas para matar. Y que efectivamente mata.

Croppi pide no caer en un mensaje de desesperanza para la víctima. Tiene razón. No hay, no puede haber 100 por ciento de protección. Pero se puede y se debe mejorar mucho. En la vinculación de justicia, policía y el Polo de la Mujer. Y en la formación exigente de quienes cumplen funciones en defensa y protección. Que nunca más una víctima deba contar, cuando ya es tarde, que cuando pidió auxilio alguien le contestó que si el verdugo las molestaba pero no las agredía, no valía la pena que fueran a protegerlas.

Por Miguel Clariá.