La soledad de las víctimas

Vecinos con el rostro cubierto marchan por seguridad.

Es una imagen que produce desconsuelo, angustia. No son delincuentes que aprovechan los barbijos o los cascos de motos para encubrirse. Son víctimas del narcocrimen, pero mucho más, del abandono del estado.

Hay que ser muy valiente, además de estar muy desesperado, para superar el miedo y exponerse a que una cámara registre el rostro. Saben que los dueños de la droga y del barrio, los dueños de las cárceles, los dueños de ciertos vericuetos de la política y la justicia, los están grabando.

Saben que pueden ser atacados, cuando se vayan las cámaras de televisión y queden solos, en territorio narco

Se saben indefensos y marchan con un enorme cartel que además de pedir justicia por Máximo, el pequeño futbolista asesinado, lo utilizan para proteger sus rostros, para en lo posible no exponerse a la furia y la venganza narco.

Es Rosario. Hoy es Rosario, mañana puede ser tu barrio, en cualquier ciudad de cualquier provincia.

Nos han destrozado el país hasta llevarnos a esta imagen desoladora de víctimas marchando con rostros tapados. Piden seguridad a quienes no saben, no pueden o no quieren dársela. Pero saben que estarán solos, cuando se vayan los periodistas, solos con sus verdugos.

Y para quienes militaron el garantismo y hoy cambian el relato, para quienes se proclaman promotores de la igualdad social, a ver si también prestan atención a esa imagen de la Argentina desolada: son los más pobres, los más vulnerables, los más olvidados quienes marchan jugándose la vida, mendigando el derecho a que no los maten.

Por Miguel Clariá